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There are many possible reasons for cultural celebrity, in this case that of the historian Carlo Ginzburg. Let us list some of the circumstances that have made his fame possible. The intellectual uniqueness of his Jewish family, severely decimated by the death of his father, shot by the Nazis at the end of the war. The early circle of his elders and friends in Turin, around Einaudi, a space of excellence and editorial agitation. The early incorporation of the young Ginzburg into university research and teaching in Bologna, with promising results, far from routine. The network of exchanges, the transfer of knowledge between his peers and colleagues of different nationalities and universities. And so on. In the forties and fifties of the last century, Carlo Ginzburg was a young man in good company, well prepared, with all the stimuli and all the intelligence that he would then and later develop and share. Of all the reasons that could be mentioned and that make him a figure of reference, two are the most relevant. The first: his condition as a fine empirical researcher, a quality that makes him consult the archive (that past that is not there) with determination, method and intuition, its folds, its papers and files, what is preserved and what was never there, what was said and what was not said. The second: his condition as an acute reader of literature, of great literature, taken as a cultural manifestation, the heritage of human goals and aspirations.Son muchas las posibles razones de una celebridad cultural, en este caso la del historiador Carlo Ginzburg. Enumeremos algunas de las circunstancias que han hecho posible su fama. La singularidad intelectual de su familia judía, gravemente diezmada por la muerte del padre, acribillado por los nazis al final de la guerra. El círculo temprano de sus mayores y sus amistades en Turín, en torno a Einaudi, un espacio de excelencia y de agitación editorial. La temprana incorporación del joven Ginzburg a la investigación y a la docencia universitarias en Bolonia, con resultados prometedores, nada rutinarios. La red de intercambios, la transferencia de conocimientos entre sus pares y colegas de distintas nacionalidades y universidades. Etcétera. En los años cuarenta y cincuenta del siglo pasado, Carlo Ginzburg es un joven bien acompañado, bien preparado, con todos los estímulos y con toda la inteligencia que entonces y después sabrá desarrollar y compartir. De todas esas razones que podríamos mencionar y que lo convierten en una figura de referencia, dos son las más relevantes. La primera: su condición de fino investigador empírico, una cualidad que lo hace consultar con empeño, con método y con intuición el archivo (ese pasado que no está), sus pliegues, sus papeles y expedientes, lo que se conserva y lo que allí nunca estuvo, lo dicho y lo no dicho. La segunda: su condición de agudo lector de literatura, de la gran literatura, tomada como manifestación cultural, patrimonio de las metas y aspiraciones humanas.
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