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El diseño de nuevos productos plásticos, desde el punto de vista clásico de la sostenibilidad, debe atender a los requerimientos de tres ejes: (i) el económico, ya que aporta aportar valor en términos de crecimiento empresarial, posicionamiento y competitividad; (ii) el social, al responder a una necesidad de la sociedad; (iii) y el medioambiental, dado que se exige que contribuya a cuidar el entorno donde se desarrollan las actividades sociales y económicas. En la concepción de un plástico, el diseño se sustenta en la interrelación entre (i) el material elegido, y sus propiedades intrínsecas; (ii) el proceso de transformación, con sus ventanas de procesado; y (iii) la aplicación de destino, con sus requerimientos y prestaciones. Así, de la confluencia del prisma de sostenibilidad y del prisma de diseño para la generación de nuevo producto, surge la dicotomía entre los términos durabilidad y degradación, supuestamente antagónicos, aunque nada más lejos de la realidad. Ahora bien, para el desarrollo de nuevos productos plásticos se debe añadir la perspectiva del prisma de servicio, que contiene las tres vidas del producto: la vida pre-servicio, la vida en servicio y la vida post-servicio. La vida pre-servicio tiene en cuenta, durante la etapa de diseño, la adecuación de propiedades, prestaciones, requerimientos, funcionalidades, especificaciones, características o indicaciones a tiempo 0. La vida en servicio, en cambio, añade no sólo la variable temporal a la ecuación, sino que incluye la interacción entre producto y condiciones de aplicación. Finalmente, en la vida post-servicio se balancean la eliminación y la valorización del producto, tras cumplir su función, con el objetivo de reducir el impacto.
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