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La historia parece tener una importancia especial en el campo de la filosofía, en pocas disciplinas encontramos tantas referencias a los autores y problemas del pasado. Sin embargo, esto puede ser una simple cuestión de hecho: hasta ahora hemos creído que enseñar la historia de la filosofía era formativo para los futuros filósofos, pero tal creencia puede cambiar. También podría ser una cuestión de puro interés profesional: algunos estudiamos la historia de la disciplina, y tratamos de justificar esa dedicación alegando que ésta puede ser útil, en cierta medida, para los pensadores contemporáneos. En este artículo, sin embargo, abogaré por una comprensión de nuestra historia como algo central a la hora de hacer filosofía, es decir, que nuestro interés por el pasado disciplinar no es sólo contingente, ni una mera cuestión de supervivencia laboral. Dicho objetivo me llevará a contrastar dos posiciones, la de quienes defienden una reconstrucción racional de las tesis de los autores del pasado y la de los que sostienen un estudio detallado de su contexto. Establecido esto, relacionaré estas perspectivas con la concepción del pasado que comparten y propondré, alternativamente, una interpretación que no deja a la filosofía desconectada de su historia, sino que entiende que dicha historia ya es filosofía.
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