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Tanto el proceder de las instituciones jurídico-políticas como el mismo derecho de la monarquía hispánica en el Antiguo Régimen, transcurrían entre, por una parte, la homogeneidad y subordinación a una única autoridad soberana, y, por otra, el casuismo y la discrecionalidad en la interpretación y aplicación de la norma. Buena muestra de ello es el acceso a la profesión jurídica por excelencia, la abogacía. Esta adaptabilidad al contexto se nos muestra en todas sus posibilidades cuando nos referimos a un territorio lejano y periférico, a caballo entre diversos centros de poder, como es la ciudad de Arequipa, a lo que cabría añadir el abrupto marco geográfico y las circunstancias políticas y sociales tan particulares como fueron las de las décadas previas a la Independencia. Todo ello conforma una situación especialmente difícil para los jóvenes estudiantes arequipeños, que, sin embargo, contaron con la general benevolencia de las autoridades académicas y políticas, lo que viene a cuestionar, además, el tan aludido exceso de letrados de la monarquía.
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