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En el Sistema Educativo actual la composición musical está contemplada en el tramo final de los estudios de Conservatorio, tras muchos años de adiestramiento técnico-instrumental y teórico. Por otra parte, si visitamos un Aula de Educación Plástica de un Instituto, podemos ver a los alumnos de Secundaria expresándose, canalizando su creatividad a través de colores, formas y volúmenes, sin prejuicios, con un mínimo y, en la mayoría de los casos, muy simple bagaje de conocimientos técnicos previos. Está claro que se trata de dos artes completamente diferentes, también es bien sabido y repetido hasta la saciedad el carácter abstracto de la música. Pero así y todo ¿Será posible arbitrar un modo de acercarse a la música desde dentro, desde la práctica de la composición musical de una forma directa y simple, sin necesidad de una formación musical de nivel superior, de forma parecida a como se plantea la actividad creativa en la educación plástica? ¿Será posible complementar dicha práctica con la subsiguiente interpretación de las composiciones y la crítica de las producciones ajenas del mismo nivel? Las preguntas no son, por supuesto, nuevas: ya los grandes pedagogos musicales del primer cuarto de siglo las plantearon y resolvieron cada uno a su modo. La siguiente comunicación pretende dar a conocer los resultados de una investigación en el Aula de música, realizada por el autor durante los cuatro últimos años, que parte de una propuesta original en este sentido.
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