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De los estudios en ciencias sociales de mayor impacto se deduce que la política de mercantilización y desestructuración de las instituciones del Estado social practicada en los últimos treinta años, pri mero en Gran Bretaña, los Estados Unidos y Nueva Zelanda y después en el continente europeo, generará formas de empleo que, cada vez más, serían experimentadas por las personas como pro blemáticas o amenazantes (cf ., p. ej ., Bourdieu et al., 1997, Castel, 2000 y 2005, así como Sennet 1998 y 2005). Parecen responsables de este hecho, ante todo, las exigencias de movilidad que aumentan con la flexibilización de las estructuras de empleo, así como también un fuerte incremento de las ocupaciones inestables y mal pagadas (como, por ejemplo, los trabajos tempora les o a tiempo parcial). Según la apreciación de destacados sociólogos, aquellas estructuras de ocupación resultan problemáticas para muchas personas no únicamente en sentido material, sino también en sentido normativo: no sólo acarrean una situación de conflict o en el mantenimiento de la propia vida, sino que también dificultan la formación del autoaprecio y de la autoestima de una parte de la ciudadanía. A la vista de esta circunstancias , no resulta sorprendente que las cuesti ones del mundo del trabajo hayan sido discutidas ampliamente por personas que se dedican tanto a las ciencias sociales y a la ética de la economía, como también a la filosofía política o social. Para la Teoría Crítica en la tradición de la Escuela de Frankfurt , la discusión sobre los modernos mundos del trabajo resulta tradicionalmente un tema central. La peculiaridad de su planteamiento (interdis ciplinar) consiste , según la convicción de dos de sus más prominentes representantes, en : fusionar aquellos planos que provienen de la filosofía moral, de la teoría de la sociedad y del análisis político, en una teoría crítica del capitalismo (Fraser & Honnet h, 2003: 10). Lo que se plantea en esta perspectiva es un análisis y una crítica a
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