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Algunas películas de ficción han impresionado profundamente la imaginación de los espectadores, porque se refieren a algo que, aunque amenaza objetivamente a nuestro planeta, es dificil de percibir como tal si no es por medio de su representación. El cine es capaz de condensar en dos horas una catástrofe que depende de numerosos procesos y no se desencadena súbitamente sino poco a poco, como el deshielo de los casquetes polares. El día de mañana (The Day after Tomorrow, 2004) del alemán afincado en Estados Unidos Roland Emmerich, desarrolla concontinuidad a lo largo de 120 minutos ante nuestros ojos un drama de magnitudes planetarias que no podemos percibir en su totalidad por otros medios. Esta película posee esa virtud pedagógica, y en tal sentido es valiosa y positiva. Conviene completarla con otra anterior, menos clara aparentemente pero muy rica en significados y referencias de carácter antropológico y cultural, La última ola (The Last Wave, 1977) del australiano Peter Weir, y con algunas que ponen en pie fantasías sobre una hipotética era glaciar como Quintet (1979) de Robert Altman. Mientras El día de mañana nos proporciona una visión externa y sintética, pedagógica y clásica del cambio climático, las otras películas estudiadas en este artículo reflexionan sobre crisis y tormentas interiores o que interaccionan con el exterior, en un intento de acercarse al gran misterio de la ceguera ante una tragedia anunciada. Mencionamos finalmente el texto audiovisual de Al Gore y Davis Guggenheim (Una verdad incómoda, 2006) sobre el cambio climático, como ejemplo característico del actual trabajo en el campo del documental discursivo. (A)
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