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En conclusión, los lugares de memoria que el NO-DO resalta del franquismo figuran como símbolos, repetitivos, estáticos, ceremoniales y aportan un testimonio fértil sobre la capacidad ritual del régimen. En ellos se realizan ceremonias militares, culto a los muertos, misas, aclamaciones al Jefe del Estado ... Pero a pesar de su vocación de estatismo y liturgia, el tiempo va imponiendo imperceptibles cambios que, junto a los anacronismos, revelan la depauperación simbólica del régimen y su denodada búsqueda de una mitología nueva, que halló en el turismo una imagen donde fijarse, acorde con los tiempos del desarrollismo, y la cual, como casi todo en el franquismo, se superpone a la antigua cadena de mitos, creando paradojas que el noticiario (y el franquismo entero) no percibe como tales. En ese aspecto de la retórica en el que, a fin de cuentas, un régimen despliega su universo simbólico, sus mitos fundadores y su capacidad y límites de consenso es donde el historiador, como analista de la imagen y de la palabra, debe hincar sus dientes. Analizando a fondo el noticiario, aparecen elementos de gran utilidad para comprender el franquismo, es decir, la variedad y las limitaciones de su imaginario y, en el curso de un tiempo al que se negaba tenazmente, también la huella de su empobrecimiento.
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