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El punto ciego entre las lecturas partidarias o detractoras de la españolada se explica por la superposición de dos corrientes culturales: la asimilación de las visiones foráneas sobre España durante el siglo XIX que buscaban exotismo (la espagnolade en la corte de Eugenia de Montijo, las pinturas de Édouard Manet o la Carmen de Mérimée y Bizet y la de los defensores del género como expresión genuina del folclore nacional. Nuestra propuesta, sin embargo, quiere distanciarse de estos
planteamientos esencialistas para pensar la españolada
explicándola como un producto de las transformaciones de la modernidad en la sociedad española
desde finales del siglo XIX y que encontrará su cristalización
mediante su entrecruzamiento con los medios técnicos de comunicación y entretenimiento (radio,
fonógrafo, industria discográfica y cine). El presente texto recorre las manifestaciones cinematográficas de este género a lo largo del s. XX, a partir de hitos representativos y señalando los momentos de cambio hasta la decadencia de la españolada. En suma, los últimos años del siglo xx y el comienzo del XXI
parecen sancionar el fin de la españolada cinematográfica. Sin embargo,
esta supuesta decadencia se manifiesta de tres formas que
revelan un latido que pervive: en primer lugar, la recuperación, con
espíritu camp y nostálgico, de cuanto fue gloria de la copla, de la
que es muestra señera el programa Cine de barrio, surgido en julio
de 1995 bajo la batuta de José Manuel Parada y, a partir de 2003,
presentado por Carmen Sevilla; en segundo término la vertiente
autorreflexiva que, como La niña de tus ojos o Yo soy esa, recurre
a sofisticaciones narrativas que jamás acompañaron las ficciones
de la españolada; en tercer lugar, una recuperación minimalista de
fragmentos de la españolada por cineastas dedicados a otros fines
y géneros. Así pues, ya sea por nostalgia, intelectualismo o guiño,·
la españolada todavía es un fantasma que recorre nuestro cine.
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