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Los tres ejemplos que acabamos de examinar ponen en evidencia tres
estrategias diferentes respecto a la representación, la puesta en escena y el
montaje de un acontecimiento humillante, conmovedor y único del pasado. Estas
estrategias ofrecen su propia respuesta a la cuestión de aquello que es representable
y aquello que se resiste a serlo; en otros términos, definen el límite
donde la mirada debe detenerse para ser consecuente con una actitud ética. Por
añadido, estas tres maneras de proceder se anclan a su vez en la época que las
ha producido, subrayando por sus marcas de enunciación una perspectiva diferente
frente a la memoria, un estado de conocimientos determinado, una doxa al
orden del día: la huella inmediata de la masacre en el caso de Memory of the
Camps, 1a masacre que necesita ser resucitada en Shoah, la revisión postmoderna
del pasado en Schindler's List.
Lo quieran o no, estos filmes hablan muy nítidamente de su presente por
la forma de aproximarse al pasado. Mejor todavía, los ejemplos manifiestan actitudes
éticas totalmente opuestas con respecto a la memoria. ¿Cómo debe ser
transmitida la experiencia vivida a las generaciones siguientes? ¿Con ayuda de
la palabra, para liberar el tema del peso traumático de los acontecimientos?
¿Apoyándose en la huella imborrable de la imagen? ¿Qué hacer, pues, cuando
esta marca pierde su impacto a causa del paso del tiempo? ¿Y qué relación mantiene
el testimonio visual con la escritura implícita que hace de la historia? Otros
filmes (que podrían haber sido considerados aquí) habrían aportado otras respuestas.
Pero cualesquiera que fuesen los otros ejemplos, habrían confirmado
igualmente que las cuestiones fundamentales no varían en absoluto: puesta en
escena, relación presente/pasado, comportamiento ético de la memoria, articulación
de lo vivido con la historia, acoplamiento entre ética de la mirada y estética
de la representación .
Evidentemente, hay otras cuestiones de un nivel más elevado de generalidad
que permanecen sin respuesta: ¿es legítimo representar lo inhumano
cuando es real? El debate (la televisión actual lo confirma) es hoy más necesario
que nunca. Preguntémoslo de otra forma: ¿cómo sustraernos a la costumbre
de saber cuando nadie actualmente ignora el alcance de la Shoah? De hecho
¿cómo fundar una actitud ética entre la fisura abierta entre saber y ver? Sería
cómodo aunque demasiado simplista (pero no por ello forzosamente erróneo)
concluir que la fe de las fuerzas británicas en el efecto edificante de la contemplación
de las atrocidades se ha revelado ilusoria. Es por esto por lo que nosotros
hemos calificado este comportamiento de ingenuo. En realidad, es muy probable
que nos hayamos habituado tan rápidamente a esas imágenes que necesitemos
mucho más para obtener el mismo efecto. Sin embargo, la estrategia interpretativa, ya sea por medio de un discurso racional o de una estructura narrativa, deja a nuestros contemporáneos indiferentes. En el movimiento natural de Occidente caracterizado por un constante movimiento hacia delante -al que tradicionalmente hemos denominado (tal vez equivocadamente) progreso-,
parece difícil que éste pueda concebir una vuelta atrás o una detención. Pese a
todo, la memoria del pasado impone una reconsideración sin la cual la historia
podría fácilmente verse privada de futuro. ¿Resultaría carente de sentido aplicar
a esta compulsión de ver, las palabras que George Steiner aplicaba a la otra gran
pasión que nos caracteriza, el saber?
Si había una penúltima puerta que nos ha conducido a la situación descrita
por Steiner, esa fue seguramente la de la Shoah. Y, sin embargo, nuevas
puertas han seguido abriéndose desde entonces, más pequeñas o más grandes
(¿qué importa?), en las que la proporción de horror no descendía en paralelo con
el conocimiento y la memoria del pasado.
Aproximadamente un siglo y medio antes de los acontecimientos evocados
en este artículo, los grandes pensadores de las Luces no concebían ninguna
fisura en '"la pregunta del porqué. Un SS, al describir con una precisión infernal
un estilo de vida y (ausencia) de pensamiento, respondió a la pregunta de
Primo Levi con esta frase que se ha hecho célebre: "Hier ist kein Warum" (Aquí
no existen porqués). Al día siguiente de esta noche profunda, Adorno se preguntaba
si, tras la caída (vergüenza más bien) de los porqués, sólo la culpabilidad
era posible. "Recordar es un deber moral". Sin ninguna duda. El problema, en
cambio, hoy como ayer, continúa siendo: ¿cómo?
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