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Las actividades de ocio deben representar por sí mismas, acciones educativas con capacidad de conquistar el espacio cotidiano de los nuevos tiempos. Además, se establecen como actividades constructivas en el tránsito hacia la madurez capaces de enlazar prácticas educativas con lúdicas. Cuando se producen fracturas entre estas dos dimensiones (aprendizaje y diversión), pueden generarse espacios sobre los que las actividades orientadas al recreo constituyan en si mismas un riesgo asociado a las propias dinámicas adolescentes. La alerta surge si estos períodos acaban por esconder otras actividades desviadas que, representadas en el espacio cotidiano, transformen rutinas lúdicas en habituales prácticas de riesgo. Así pues, la gestión del ocio de carácter integrador, estructurado, supervisado, en definitiva constructivo¿ confiere un elevado rango tanto en la planificación geográfica de los modelos de ciudad, en su desarrollo estratégico como en las prácticas participativas o en las nuevas políticas territoriales de inclusión y promoción socio-educativa. En esta línea, las administraciones públicas deben construir proyectos de gestión pública capaces de protocolizar en positivo los espacios y actividades para el ocio. Este perímetro que rodea el esparcimiento, constituye un elemento que adquiere una interesante dimensión. El trabajo que aquí presentamos constituye un estudio de caso desde la óptica de la Justicia Penal de Menores, que tiene por objeto analizar, describir y evaluar la esfera cotidiana en el plano del ocio de los adolescentes, y como a través de ella, estos proyectan sus escenarios tanto para la integración como para el conflicto o la ruptura.
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