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Gurrutxaga Abad, Ander | |||
Aquest document és un/a article, creat/da en: 2010 | |||
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Los territorios de la política vasca son casi siempre promiscuos, vivos, están basados
en debates donde el peso de la historia siempre ocupa un lugar importante. Pero son también
debates plagados de esperanzas, donde no es infrecuente encontrarse con algo parecido
a la teorías -que también explicitó Mircea Eliade- del eterno retorno, es como si
tuviésemos que estar desempolvando todos los días incluso aquello que aún no se ha
cubierto de polvo.
Se plantea una reflexión sobre la perspectiva temporal de los últimos años. No sé
si ésta es la expresión adecuada para captar los elementos centrales del suelo y de la bóveda
que presiden los escenarios de la sociedad y la política vasca. Hay algunos hechos que no
son sólo nuevos sino también novedosos, pero otros mantienen la presencia invariable,
aunque cada vez haya que introducir más matices significativos, tantos que hoy el anális...
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Los territorios de la política vasca son casi siempre promiscuos, vivos, están basados
en debates donde el peso de la historia siempre ocupa un lugar importante. Pero son también
debates plagados de esperanzas, donde no es infrecuente encontrarse con algo parecido
a la teorías -que también explicitó Mircea Eliade- del eterno retorno, es como si
tuviésemos que estar desempolvando todos los días incluso aquello que aún no se ha
cubierto de polvo.
Se plantea una reflexión sobre la perspectiva temporal de los últimos años. No sé
si ésta es la expresión adecuada para captar los elementos centrales del suelo y de la bóveda
que presiden los escenarios de la sociedad y la política vasca. Hay algunos hechos que no
son sólo nuevos sino también novedosos, pero otros mantienen la presencia invariable,
aunque cada vez haya que introducir más matices significativos, tantos que hoy el análisis
de la realidad vasca es, sobre todo, análisis de la complejidad de sus contenidos, su
entorno y sus múltiples matices. Hay tres hechos sobre los que conviene reflexionar aquí.
El primero es sobre por qué se ha llegado al cambio de inquilino en la Presidencia del
Gobierno Vasco, lo que podría augurar una dinámica electoral relativamente novedosa en
el País Vasco. En segundo lugar, hay que volver al análisis del impacto de ETA en la sociedad
vasca y española en general y, en tercer lugar me gustaría reflexionar sobre la emergencia
de una sociedad vasca cada vez más postidentitaria y plural. Estos tres aspectos
me parecen hoy centrales para abordar la pregunta no ya sobre de dónde venimos sino,
sobre todo, hacia dónde vamos. CONCLUSIONES
Llegados a este punto podemos extraer algunas conclusiones. La primera es lo inevitable
de de la fatiga de materiales cuando se gobierna ininterrumpidamente durante un
largo período de tiempo. Además, la posesión del gobierno durante un período dilatado
no significa el incremento de las bases electorales del o de los partidos gobernantes.
En tercer lugar, en sociedades plurales como la vasca el olvido de la gestión desde el pluralismo
genera resultados inadecuados para aquel o aquellos que quieran gestionar el
olvido o que no saben cómo hacerlo. En cuarto lugar, la violencia armada impide la normalización
de la vida política y social, aunque se decida vivir como si no existiese; además
el impacto social genera costes significativos en la cultura y en los procesos de socialización
de la sociedad, afecta más a los núcleos pequeños de población porque allí las
posibilidades de sobresocialización y control social de las redes que se gestan en su interior
pueden ser más intensas. La quinta es que los intentos de negociación con ETA han
fracasado por la imposibilidad para el Estado de ir más allá de los límites que impone
la razón política democrática y por la propia naturaleza de la organización; es la estrategia
de implosión que impulsa la sociedad democrática la dinámica principal que va
reduciendo el apoyo de los sectores sociales que se asocian a esa realidad. La séptima es
que no hay cierre político posible a las demandas de realidades políticas tan asentadas
como la que definen el nacionalismo vasco, por eso conceptos como los de soberanías
difusas u otros esquemas de relación política y fórmulas siempre abiertas, deben formar
parte del ideario del partido o partidos que gobiernan el Estado. Eso requiere una nueva
cultura política donde ser no sea ni una obligación ni una vocación. La octava es que las
relaciones entre el Estado y los nacionalismos deben tener un suelo, no un techo, un
suelo para fomentar la convivencia, un lugar para estar y no tanto para ser; esto impulsaría
la fórmula de estoy porque estoy a gusto. Finalmente, los consensos son el fruto de
miles de hilos invisibles que producen una urdimbre, por eso la legitimidad buscada
debe depender de mínimos comunes que no se empeñan en organizar toda la vida ciudadana,
no se cierran sobre sí mismos porque se creen sus propias desdichas o porque
consideran que deben proteger unas esencias que nunca acaban de definir, que están
abiertos al cambio y que no se enquistan en debates sin sentido o imposibles. Son más
razonables fórmulas organizativas que obligan al pacto, abiertas, que reparten el poder
y que funcionan en forma de red, que no olviden las razones pragmáticas de los sentidos
de la política ni la utilidad de la misma.
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