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La lucha, como práctica lúdica y agonística está vinculada a la historia de todos
los pueblos y civilizaciones. Su origen se remonta a los albores de la humanidad, por la necesidad de defender la propia vida y la integridad física frente a situaciones de peligro para la supervivencia. Así, para someter violentamente al adversario, a lo largo de la historia y en las diversas civilizaciones, se desarrollaron en cada región del mundo distintas técnicas de combate que, en unos casos, utilizaban armas y, en otros, el propio cuerpo, según las necesidades y circunstancias. Hoy en día, la lucha se conserva principalmente de dos formas:
a) Bien adaptada a las formas convencionales del deporte moderno, como es el caso
de los deportes olímpicos: boxeo, lucha grecorromana, lucha libre, judo,
taekwondo, esgrima; o como otros deportes no olímpicos: sumo, karate, lucha
canaria, lucha leonesa, sambo, kendo, glima de Islandia; yagli güreh de
Turquía,...
b) O bien bajo la denominación común de juegos de lucha tradicionales, de los que
existen numerosas modalidades en todo el mundo, y en los que se observa más
nítidamente la pervivencia de elementos atávicos y rituales, sin ningún tipo de
organización institucionalizada. Ejemplo de estos son, en la Península Ibérica, la
lucha galhofa, que se practica en algunas aldeas de la provincia de Bragança
(Portugal).
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