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En las economías desarrolladas y con el actual escenario competitivo, las pymes de los sectores industriales maduros están sometidas a una serie de fuerzas económicas que limitan su capacidad para subsistir. Factores como el endurecimiento de la competencia proveniente de los grandes productores asiáticos (China, India, Pakistán) y de los países de Europa del Este, el incremento espectacular del poder de negociación de los distribuidores o la desaparición del canal minorista y de los mercados referenciados en dólares (Camisón, 2001, Pla-Barber, et. al, 2007) han generado una alarmante disminución de empresas y empleos en estos sectores. Frente a este panorama poco alentador, existen soluciones que pueden favorecer las oportunas respuestas. Una de las estrategias que históricamente han utilizado las pymes para contrarrestar estas situaciones negativas ha sido la expansión internacional, sobre todo a través de la exportación en mercados cultural y geográficamente cercanos (Johanson y Vahlne, 1977). Sin embargo, se ha constatado en diferentes trabajos (Barker y Duhaime, 1997, Barker y Mone, 1998, Pearce y Robbins, 2008) que en estos sectores para hacer frente al nuevo entorno «globalizado e hipercompetitivo» son necesarias estrategias internacionales mucho más complejas que, en algunos casos, suponen plantearse la esencia misma de la empresa, aquello a lo que se dedica y, por tanto, son ajustes mucho más difíciles de implantar porque normalmente suponen cambios en los «límites» o «fronteras» de la empresa.
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