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Entre las metas que definen la educación que queremos, en el área iberoamericana, para la generación de los Bicentenarios, la Meta específica 14 persigue algo tan esencial como “Potenciar la educación en valores para una ciudadanía democrática activa…”. Y una ciudadanía democrática activa es aquélla que es capaz de participar en la solución de los problemas. Entendemos por ello que la preparación para participar en la construcción de un futuro sostenible –haciendo frente a la actual situación de auténtica emergencia planetaria- ha de constituir una competencia básica, que debe ser recogida explícita y destacadamente en los objetivos, programas de acción y mecanismos de seguimiento y evaluación de esta ambiciosa propuesta que suponen las “Metas 2021”.
Nuestra comunicación persigue, en primer lugar, fundamentar y hacer comprender el carácter prioritario de la educación para la sostenibilidad, un concepto que, como ha expresado Bybee (1991), constituye "la idea central unificadora más necesaria en este momento de la historia de la humanidad". Una idea central que se apoya en el estudio global de los problemas, el análisis de sus causas y el diseño y puesta en práctica de medidas correctoras.
Pero no se trata sólo de hacer comprender: ello resulta insuficiente para romper con hábitos insostenibles y fuertemente arraigados y lograr la implicación decidida y permanente de la ciudadanía. Nos referiremos, pues, a la necesidad de establecer compromisos de acción para empezar a poner en práctica algunas de las medidas concebidas y realizar el seguimiento de los resultados obtenidos. Estas acciones debidamente evaluadas se convierten en el mejor procedimiento para una comprensión profunda de los retos y en un impulso para nuevos compromisos que hagan posible el cambio cultural que suponen los comportamientos sostenibles (Worldwatch Institute, 2010).
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