La tesis doctoral indaga en el período inicial de gestación del recuerdo de Jaime I en la ciudad de Valencia, entre el primer y el tercer centenario de la fiesta de la conquista, en el marco de la cultura visual; es decir, del conjunto de manifestaciones figurativas y arquitectónicas, así como de actos performativos y objetos comunes que no se adaptan a la idea tradicional del arte. Establece un diálogo con los argumentos que ya han esgrimido historiadores y filólogos para definir cuál era el papel de las imágenes en la historia de la memoria del rey. Publica nueva documentación de archivo, relee las noticias ya exhumadas y, en definitiva, presenta la revisión de un tema –reconsidera la imagen póstuma del rey– con la voluntad de determinar el grado de exaltación heroica del rey como guerrero y legislador, dos facetas promovidas por instituciones como el "Consell", la Catedral o la cofradía de San Jaime. El primer objetivo gravita en torno al análisis de la relación entre las conmemoraciones cívicas y litúrgicas y determinados objetos y manifestaciones artísticas. El segundo se basa en la revisión de las representaciones figurativas a través de su ubicación espacial teniendo en cuenta cómo estuvieron al servicio de su presente y, en particular, cómo repercutieron en la realidad política y social de su tiempo. Y el tercero se fundamenta en el estudio de la misma ubicación espacial, de la arquitectura y el urbanismo como promotores del recuerdo de Jaime I "per se". Una serie de preguntas forman parte del cuestionario de la investigación. Jaime I era llamado el "sant rey" o el rey de "santa memòria". ¿Podían las estrategias de la memoria visual dilucidar la naturaleza de ese calificativo? La cuestión no es de poca importancia. Jaime I nunca fue canonizado. De hecho, en la baja edad media no hubo ningún intento institucional para elevarlo a los altares. Por otra parte, los especialistas han resaltado el uso pragmático de la memoria del monarca, sobre todo al servicio de los intereses de los jurados de la ciudad de Valencia, que representaban los intereses del municipio. Si, como se ha afirmado, la memoria del monarca tenía propósitos prácticos, ¿se reflejaron a través del arte y de los rituales? En caso de que las hubiera, ¿cómo se procedió? Una última cuestión planea a lo largo de la investigación. Jaime I conquistó Valencia a los musulmanes y, después, estableció que podían seguir viviendo en aquella tierra. Aunque la presencia musulmana hasta su expulsión en 1609 no ocasionaba únicamente sentimientos de desazón y rechazo entre los cristianos, las instituciones del municipio a menudo callaron frente a las discriminaciones y actos violentos contra la comunidad islámica. Si estas mismas instituciones proclamaban a Jaime I como combatiente de la “secta de Mahoma” que liberó Valencia de los “infieles”, ¿cómo entendían los cristianos las imágenes del rey en relación con sus vecinos los mudéjares?