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Según el ideal wagneriano de la Gesamtkundstwek. en la ópera se concita al mismo tiempo la música, la poesía, la escultura, la danza, la pintura y la arquitectura. El canon operístico del siglo XX va indisolublemente unido a los nombres de Malévich, Picasso, Miró, Dalí, Chagall, Léger, Arroyo o Hockney, cuyas aportaciones abrieron nuevos interrogantes a la experiencia estética que ofrece la ópera. En el siglo XXI los artistas plásticos introducen procedimientos nuevos como el video arte, el vestuario digital o la realidad aumentada que aportan una nueva dimensión al paradigma operístico convencional. Este artículo se centra en el artista sudafricano William Kentridge cuyos trabajos multidimensionales han ampliado el horizonte estético de la ópera. En primer lugar analizaremos los procedimientos especialmente relevantes para el lenguaje escenográfico y después dos producciones que han ampliado el canon contemporáneo de las artes integradas en la ópera: La flauta mágica, producida por el Teatro de La Monnaie de Bruselas en 2005 y La nariz, por el Metropolitan de Nueva York en 2010.
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