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Los objetivos de desarrollo sostenible (ODS) establecidos por la ONU nos sitúan ante la crisis global, ecosocial y sistémica que estamos viviendo por el cambio climático, la desertización y la desaparición de la biodiversidad. Ello nos aboca directamente a pensar cómo empezar a movilizarnos hacia el cambio, cambio que empieza por la educación como una de las principales fuentes de transformación social.
Esta transformación se inscribe en el proceso histórico de transición de un paradigma androcéntrico, cuyas quiebras están poniendo en peligro el planeta, a un paradigma bioantropocéntrico en el cual se pone en el centro un modo de concebir la vida de las personas en el planeta fielmente comprometido con la sostenibilidad y las diferentes vías que existen para conseguirlo. Dada la interrelación existente entre las metas para erradicar la pobreza, proteger el medioambiente o promover la paz y la prosperidad, entre otras, el cambio hacia la sostenibilidad se presenta como una oportunidad única para desarrollar un diálogo activo y permanente entre el sector educativo, entre gobiernos, administraciones, empresas, organizaciones sociales y ciudadanía, encaminado a concienciar sobre la complejidad de la situación ante la cual nos encontramos y la urgencia de llegar a acuerdos para actuar ante ella a escala particular y colectiva.
La reflexión ético-política sobre las relaciones de la humanidad con la naturaleza apunta a la necesidad de encontrar un equilibrio global entre planeta y personas en la medida en que somos no solo ecológicamente dependientes, sino que estamos genética y vitalmente sometidos a la biosfera de la que formamos parte. Por lo que cuidar del planeta significa cuidar de la humanidad. Así, de la misma forma que es en las personas don- de radica el origen de los problemas ambientales, también en ellas radica el impulso hacia su posible solución.
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