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La sociología funcionalista (p.e. Parsons e Inkeles) definió la modernidad y el desarrollo en gran medida en términos de especificación. En oposición a la vieja comunidad, que desempeñaba toda suerte de funciones para la producción y la reproducción humana y social, la sociedad moderna vendría a distinguirse por el establecimiento de espacios, tiempos, instituciones, agentes, procesos, normas y valores separados para la reproducción familiar, la producción económica, el culto religioso, las relaciones políticas, la educación y el aprendizaje, etc. En el caso del aprendizaje y la educación esto significó el advenimiento de instituciones específicas, la escolarización obligatoria, la profesión docente, el curso académico, planes de estudios y programas, evaluaciones y diplomas, etc. Hoy, en la era de internet, la proliferación de las tecnologías de la información y la comunicación, los sitios de redes sociales, los nuevos medios digitales y las comunidades en línea están liberando a la educación, y a fortiori al aprendizaje, de los límites impuestos por el moderno proceso de especificación. El aprendizaje, sea en forma implícita o pretendida, vuelve así al hogar, al lugar de trabajo, a los medios de comunicación, a la vecindad o, como aprendizaje en movilidad, adonde quiera que el aprendiz esté. Y no sólo donde quiera sino también, en buena medida, cuando quiera, como quiera, lo que quiera...
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