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En los dos decenios finales del siglo XX se generó un debate sobre las posibilidades de mejorar la enseñanza de las ciencias sociales desde el tratamiento de los problemas sociales y ambientales. Los principales grupos de innovación presentaron propuestas de formación del profesorado y elaboración de materiales y metodologías para llevar adelante estas iniciativas. Algunos grupos, como GREDICS, IRES y Gea-Clío, han continuado con estos programas de trabajo, que se han denominado de diferentes maneras: problemas socialmente relevantes, cuestiones socialmente vivas, temas socialmente controvertidos, no siempre coincidentes en sus finalidades. Sin embargo, su aplicación en los currículos escolares es escasa, tanto por problemas de formación docente como por las suspicacias ideológicas que aparecen en el seno de la comunidad escolar. En este artículo nos remontamos a los antecedentes del siglo XX, donde formulamos un proyecto curricular con estos presupuestos. Más adelante analizamos los resultados obtenidos en la investigación educativa en las relaciones entre problemas sociales y escolares, un camino de ida y vuelta que muestra la pertinencia de esta metodología para favorecer una actitud participativa ciudadana por parte de las personas que ejercen el rol de alumnos y alumnas. Una implicación social que no sólo afecta al alumnado, sino también al resto de agentes educativos: profesorado, familias y administración educativa, pues los resultados del trabajo escolar afectan a la vida cotidiana.
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